COLOMBIA: LO QUE SE OCULTA TRAS
EL SALARIO MÍNIMO
Si no tuviese el salario mínimo
las connotaciones que tiene, la noticia de su aumento (1) sería el chiste del
año. Obviamente un chiste de humor negro, pero chiste. Sin embargo las
implicaciones reales son muy tristes, como quiera que el salario mínimo sea
el indicador de la remuneración de la fuerza de trabajo, y con él la
capacidad de compra de los asalariados de los bienes y servicios para
satisfacer sus necesidades y alcanzar sus aspiraciones. Comida, techo,
vestuario, servicios públicos, educación, salud y por qué no esparcimiento,
incluidas las indispensables vacaciones. Pero todo eso se va en esto: en
ilusiones; porque con los magros ingresos de los más pobres, casi de
sobrevivencia, lo único que tienen garantizado son la escasez y las
carencias.
Por eso la pantomima de todos
los años de la concertación entre empresarios y trabajadores, entre el
capital y el trabajo, con la mediación del gobierno (?), no pasa de ser la
burla institucional de los que poco o nada tienen. Una tramoya muy bien
montada con la dirección y asesoría de los organismos internacionales, los
fondos monetarios y los bancos mundiales, gendarmes por antonomasia de los
sacrosantos e inviolables intereses del capital financiero.
Porque lo que se terminó
imponiendo a lo largo del últimos 20 años de globalización capitalista, son
las relaciones más desiguales y desventajosas en la historia de la
contradicción entre el capital y el trabajo. Ya no solo se contentan los
capitalistas parasitarios del mundo entero con retribuir en la cantidad más
irrisoria posible a los trabajadores asalariados, -de los EE.UU. a Europa
donde las sociedades del bienestar están desapareciendo; de Asia, América
Latina o de Oceanía, expoliadas sin compasión desde la época colonial; para
no hablar de los salarios de hambre de África, China o el sudeste asiático-,
sino que aprovechándose del poder omnímodo adquirido a través de las normas y
regulaciones, ampliamente favorables, que terminó imponiendo a todos los países
de la tierra, no paga impuestos, se hace conceder todo tipo de gajes y
ventajas, circula sin cortapisas a la sombra de la “libertad de comercio”,
concentrando, de manera inapelable, la riqueza acumulada por el trabajo de
todos los pueblos del mundo.
Esta carrera desenfrenada la
lleva no solo exprimiendo hasta “la última gota de sudor” de los trabajadores
asalariados, sino que depreda las riquezas naturales del planeta, poniendo en
peligro la existencia de la especie humana sobre la Tierra. Recordemos no más
el invierno que nos azota de manera inclemente.
La tapa de su cinismo y
avaricia la estamos viendo en la solución a la crisis capitalista más
reciente, la iniciada por la especulación desenfrenada de los grandes bancos
norteamericanos hace menos de dos años. Ahora que producto de este
comportamiento irresponsable algunos países del mundo desarrollado se han
sumido en la crisis: Grecia, Irlanda, Portugal, España, Inglaterra…, quienes
están pagando los descalabros son los trabajadores a quienes recortan pensiones,
salarios, vacaciones, prestaciones sociales, salud, educación, etc.
En las desgracias de los
trabajadores de los países desarrollados se reflejan nuestras propias
desgracias. Ellos están pasando por lo que nosotros ya pasamos, y sabemos que
no son la solución a los problemas de las mayorías. Estas apreciaciones, aún
muy elementales, serán las que terminarán reconstruyendo la hermandad que nos
dará la fuerza para volver al cauce natural el desarrollo de la sociedad
No sean descarados abran los juzgados, ojala privaticen este gremio tan corrupto y nigligente
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